Un altar a Artaud
Artaud, el hombre que no podía pensar sus pensamientos, el hombre que arranca el pensamiento de la nada, que realiza su obra con huesos, uñas, gritos, maldiciones y bendiciones en una escritura vudú, escritura escupida desde su anatomía, desde su plexus solar, ese hombre condenado a retahílas de neologismos psiquiátricos con los que lucha a muerte desde su realidad fragmentada, el hombre empalado por cincuenta electroshocks sin anestesia, de vida puntuada por el sufrimiento, este hombre cumpliría este año cien años de sufrimiento. Cien años de soledad empalada.
Artaud, que a través de su Teatro de la Crueldad propone un teatro que inflame, que estalle como una terapia inolvidable sobre el alma, cuya mayoría de obras son imposibles de poner en práctica, es sin lugar a dudas una de las figuras más influyentes del teatro moderno y del pensamiento contemporáneo, así como una especie de precursor del espíritu punk, cuya música es la música de la crueldad. Actor, escritor, artista, teórico, pero ante todo poeta, Artaud se convierte en el genio mártir que roza con el místico en intensidad (escatológica): visiones, sufrimiento, muerte, paranoia, éxtasis y disparos de adrenalina, sus palabras finales son bombas y puñetazos.
La vida de Artaud constituye una búsqueda de por vida de formas más verdaderas y puras de expresión. En búsqueda de la virtualidad del alma, de la obra desnuda de conveniencias, estructuras, preconcepciones, desafiando todas las formas de expresión convencional y estática, Artaud se lo carga todo, dejándonos unos cuantos clavos, un aullido puro, una danza ritual con la nada de la que estalla el caos de la conciencia, la nada, el monstruo que mantenemos a distancia.
Artaud se instala en el miedo, hurga donde más duele, no tiene nada que perder, lo ha perdido todo. En toda creación existe la posibilidad del aborto. Artaud entabla amistad con el monstruo de Frankenstein, dialoga, discute, danza con él, acepta a la bestia sin expectativas de transformación: la bestia es bella porque se acepta en su fealdad. Vacía a los conceptos de su contenido y los hechiza para que transmitan todas sus contradicciones simultáneamente.
En su realidad, a Artaud le están robando los pensamientos, existe una conspiración de energías contra él, termina en un psiquiátrico por una conspiración de fuerzas, le están persiguiendo como a un judío, una bruja o un negro. Las fuerzas lo empujan hacia los psiquiátricos donde pasará nueve años de su vida, es un genio y sus contemporáneos lo quieren lanzar a un pozo de silencio. Artaud se deja la piel luchando contra las fuerzas que lo asedian. Poco puede un cuerpo contra las fuerzas de la disolución. Los "Cuadernos de Rodez", escritos durante su encarcelamiento en el manicomio de Rodez, atestan la energía salvaje de un ser humano que se ha destrozado luchando contra estas fuerzas, ha muerto y ha resucitado para dejarnos los destrozos, los huesos, el polvo y sobre todo un testimonio que es un homenaje a la resistencia y a la voluntad creadora y destructora del ser humano. Su escritura ansiosa desgarra la página, yendo más allá, abre una grieta en la pantalla del mundo, el agujero de las apariencias y salta al vacío para volver. Artaud, el hombre agrietado, no se evade de sus grietas sino que las exhibe en su totalidad, lame sus grietas de perro herido, se quita los puntos, empieza a ladrar, empieza a sangrar y la rosa que trae de su sueño, que es una pesadilla, es una rosa real.
Nacido el 4 de septiembre de 1896, este año, el centenario de su nacimiento, se le ofrecen homenajes, conferencias, ex votos desde el teatro, desde el cine. Entre otros, se estrena una película "Mi Vida y Tiempos con Antonin Artaud" de Mordillat. Basada en el diario de Jaques Prevert, un poeta tuberculoso, desconocido, rechazado, que trueca cantidades de láudano a cambio de que Artaud lea sus poemas desde su habitación privilegiada de manicomio y al que Artaud empujará al sufrimiento deliberado en aras de una obra total, es esta una película saneada contra la que Artaud probablemente aullaría invectivas.
Reírse ante lo trágico puede salvarnos la vida. De hecho la risa siempre nos salva un poco. Pero hay situaciones trágicas donde uno pierde todo sentido del humor. Existen situaciones ni siquiera trágicas donde se pierde el sentido del humor. Si estamos vivos lo trágico nos empalará. El humor negro nace de la absoluta pérdida del sentido del humor y de su posterior recuperación. Recuperación que ha pasado por el desespero. En los "Cuadernos de Rodez", ante la presencia continuada del sufrimiento, Artaud inventa a sus hijas del corazón, seres completos con los que vive la virtualidad de su alma desde el amor hasta el sadismo: sus hijas del corazón son las hijas del humor negro que nace de la desesperación. El humor negro de Artaud, diseminado por toda su obra, le salva la vida.
El cuerpo de Artaud muere en 1948 de una sobredosis de cloral. Sus obras completas comprenden veintidós tomos, entre los que nos deja "El Teatro y su Doble", uno de los textos más bellos y punzantes sobre el teatro jamás escrito, "Van Gogh, el suicidado de la sociedad" donde articula su idea sobre la locura como un instrumento de exclusión definido por el lenguaje, los mencionados Cuadernos, pero sobre todo, nos deja tanto una vida como una obra vividas como itinerario en busca de la manifestación poética de intensidad extrema.
Dediquémosle desde aquí un altar junto a sus hijas del corazón, Caterine, Ana, Yvonne, Cecile, Neneka y pongamos ante su tumba de deyecto: opio, láudano, cloral, cigarrillos, palabras, huesos y clavos.
1996 "Un Altar a Artaud", ICA, Ajoblanco, September.